Primeras
Medidas de O’Higgins
Una vez que
el Ejército Libertador comenzó a liberar al país, uno de los primeros actos del gobierno de
O'Higgins fue el rescate de los chilenos confinados en Juan Fernández.
El
"Águila", barco apresado en Valparaíso, navegó en la búsqueda siendo
restituidos a sus hogares. El regreso fue celebrado en aquel puerto y en
Santiago.
Pero en lo
que O'Higgins puso el mayor empeño fue en la organización de un nuevo ejército,
previendo que los realistas que dominaban la provincia de Concepción habrían de
intentar algún ataque, y si ellos no lo intentaban, el Virrey del Perú no
tardaría en enviar un nuevo contingente de tropas que fuese a reconquistar el
territorio.
A lo
anterior se suma el destierro del obispo Rodríguez Zorrilla por tener un
carácter realista en su actuar
El Coronel
Las Heras consiguió dominar hasta la ribera sur del Bío-Bío. El general Freire,
por otro lado, tomaba la plaza de Arauco.
Mariano
Osorio regresa a restaurar el régimen realista
A fines de
1817, estaba de regreso en la bahía de Concepción, el brigadier Mariano Osorio,
quien al mando de 3.200 hombres desembarcó en Talcahuano y pasó a la ofensiva,
obligando a O’Higgins a replegarse al norte.
En tales
circunstancias, ordenó el Director Supremo la redacción de un acta de
independencia, cuyo texto, firmado el 1 de enero de 1818 en Concepción, fue
dado a conocer en Talca el día 2 y jurado públicamente en Santiago el 12 de
febrero.
Pero tales
manifestaciones de soberanía no impidieron el avance de Osorio al norte,
consiguiendo incluso derrotar a los patriotas el 19 de marzo en la Batalla de
Cancha Rayada donde O’Higgins resultó malherido.
Cuando al
día siguiente del desastre llegaron a la capital las primeras noticias, se
produjo la más triste conmoción de desaliento y de pesar. Muchos comenzaron a
prepararse para emigrar otra vez a Mendoza.
Se corría el
rumor de que O'Higgins y San Martín habían perecido o estaban prisioneros.
Otros afirmaban que el Ejército realista venía hacia Santiago y que las fuerzas
patriotas no podrían oponerle resistencia.
Cuando ya
iban transcurridos tres días de angustia,
surgió la figura de Manuel Rodríguez, quien hizo reunir un cabildo
abierto para arengar al pueblo. La popularidad del guerrillero aumentó desde
ese instante debido a su frase celebre: "¡Aún tenemos patria,
ciudadanos!". Inmediatamente después,
repartió armas al pueblo y formó un batallón como de 200 hombres, al que
llamó Húsares de la Muerte, porque debía llevar por divisa una calavera pintada
de blanco en fondo negro.
La Batalla
de Maipú, triunfo decisivo
Después del
desastre de Cancha Rayada, la tarea del momento consistía en reunir todas las
fuerzas que aún quedaban en pie, para defender a la capital contra el Ejército
de Osorio, que, moviéndose lentamente, avanzaba hacia el norte.
Había que
presentar una batalla que sería decisiva en la suerte de la revolución chilena
y aun americana; porque si era perdida, la Independencia argentina peligraba, y
si era ganada, la Expedición Libertadora del Perú, que tenía resuelta San
Martín, sería un hecho.
Sin embargo,
la suerte final de ambos bandos quedó sellada el día 5 de abril de 1818 en la
Batalla de Maipú, donde las fuerzas patriotas dirigidas por San Martín
consolidaron la independencia de Chile. El grito de "¡Viva la
Patria!" se escuchó en toda la capital.
En ese
instante O'Higgins había salido, con las tropas que guarnecían al vecindario y
con numerosa gente del pueblo, en dirección a Maipú. No había podido resistir
la impresión que le causaban el ruido de los cañones y el olor de la pólvora
que el viento traía hasta la ciudad. Al ver a San Martín, expresó con fuerza
“¡Gloria al salvador de Chile!”, a lo que San Martín le habría respondido:
"Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy
se presenta al campo de batalla".
De todas
maneras, este aplastante triunfo no limpió el área central de Chile de la
presencia española. Parte del ejército realista derrotado en Maipú consiguió
huir a Talcahuano y de allí embarcarse para Valdivia; mas en las zonas próximas
al Biobío dejó un grupo importante de guerrilleros que hasta el año 1821
sostuvieron la defensa del rey. Este episodio conocido como La Guerra a Muerte
fue dirigido por Vicente Benavides, que con la ayuda del virrey del Perú llegó
a contar con un ejército de 1.700 soldados.
El área
comprendida entre Chillán y la Araucanía fue testigo de una sangrienta guerra,
caracterizada por la negativa de Benavides a reconocerle derecho de
beligerancia al bando patriota, decretando la pena de muerte para diversas
categorías de prisioneros.
El 9 de
octubre de 1821, el coronel patriota José Joaquín Prieto derrotó a Benavides en
la Batalla de las Vegas de Saldías (Chillán). La carrera de este defensor
realista finalizó con su ejecución en febrero de 1822.
La Logia
Lautarina
Un elemento
importante a consignar lo determina la ligación de los hombres dirigentes de
Chile y la Argentina con un pacto íntimo
y oculto, contraído dentro de una asociación revolucionaria llamada Logia
Lautarina.
Esta
sociedad secreta, no sólo en su organización sino en sus procedimientos, había
sido establecida por San Martín en Buenos Aires. Tenía como objetivo combatir
en todo terreno contra la dominación de España en América y su mismo nombre,
derivado de Lautaro, equivalía a un símbolo.
A Santiago,
fue introducida por San Martín al poco tiempo de la victoria de Chacabuco, y
actuó en connivencia con la de Buenos Aires, casi como una sección de ésta.
Pueyrredón, el director de la Confederación Argentina, y O'Higgins, el director
de la República de Chile, figuraban, con San Martín, entre los principales de
sus miembros.
Así se
explica el acuerdo invariable con que procedieron los gobiernos de Buenos Aires
y de Santiago mientras aquellos hombres los regían. Y como la Logia era secreta
y se hacía tanto misterio de sus resoluciones, se la acusó siempre de la muerte
de los hermanos Carreras y de Manuel Rodríguez, y aun de las más
insignificantes extorsiones.
La
organización de la hacienda pública
Entre las
medidas que el director y su Ministro, José Ignacio Zenteno, con el propósito
de aumentar las entradas al nuevo fisco, estuvo la apropiación de los bienes de
los realistas; establecieron derechos de aduana y un estanco del tabaco, y en
la imposición de nuevos y pesados tributos a las poblaciones y campos que
dominaban las armas patriotas: donativos y préstamos forzosos, requisiciones de
animales y forraje para el Ejército, contribuciones mensuales y anuales
extraordinarias, etc. Con todos esos “impuestos” o tributos, la renta anual
alcanzó a subir a más de dos millones de pesos.
Sin
embargo, la agricultura y la minería, fuentes
constantes de la producción del país, se resentían de las perturbaciones
guerreras y de los métodos rutinarios empleados todavía en su explotación.
Y aun cuando
el gobierno dictó diferentes leyes en su ayuda, y hasta algunas tarifas
aduaneras protectoras que gravaban la internación de productos similares, poco
se consiguió en su beneficio. A lo anterior se suman dos terremotos que se
hicieron sentir en aquel mismo tiempo, uno en 1819, que arruinó a Copiapó, y otro en 1822, que arruinó a Valparaíso.

No hay comentarios:
Publicar un comentario