Se conoce
con el nombre de la Reconquista española al periodo que media entre la batalla
de Rancagua (derrota de las fuerzas patriotas, 1814) y la posterior derrota de
las fuerzas españolas en la batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817).
Gobierno de
Mariano Osorio (1814-1815)
Luego de
Rancagua, Osorio ocupó Santiago, quedando al mando del país con el título de
gobernador. El propósito de las campañas de reconquista había sido el de acabar
con los gobiernos criollos y restituir en todo su orden los principios
coloniales de la administración monárquica. En este sentido, la Reconquista
representa una negación de las reformas criollas y un castigo a los patriotas;
en consecuencia aplicó una política represiva.
En este
sentido, la primera medida odiosa fue el establecimiento de los Tribunales de
Vindicación, ante los cuales debían acudir las personas que habían colaborado
con los gobiernos patriotas para explicar su conducta. El Tribunal expedía un
documento que si era favorable al interesado le permitía seguir disfrutando de
su cargo si era empleado o militar, y ponerlo a salvo de futuras medidas
represivas si era un particular.
También se
ordenó el arresto de las personas que habían tenido notable actuación en los
gobiernos patriotas; función policial que estuvo a cargo del Batallón los
Talavera, al mando del capitán Vicente San Bruno. En el resto del país se cumplieron
órdenes similares. Muchos de estos detenidos fueron confinados en diversos
puntos del país y unos cuarenta remitidos al archipiélago de Juan Fernández,
entre los que se encontraban destacados criollos como Manuel de Salas y Juan
Egaña.
Además de
los anterior, un grupo de hombres recluidos en la cárcel de Santiago fue
víctima de una brutal intriga destinada a sembrar el terror en la población.
Bajo la excusa de una falsa fuga varios de ellos fueron asesinados.
La
persecución contra los patriotas también se dio en el aspecto económico. En
este sentido, las medidas que se tomaron tendieron a castigarlos y a allegar
fondos para los gastos públicos. Osorio ordenó establecer una Junta de
Secuestros, con el fin de incautarse de los bienes de los patriotas y administrarlos
mediante arriendos entregados en remate mientras se decidían las causas de
aquellos.
También en
el plano económico se implantaron exacciones bajo el concepto de empréstitos
forzosos.
En forma
paralela a la persecución política y económica, existió la preocupación por
abolir las reformas criollas y reimplantar las coloniales. Incluso muchas de
las reformas fueron suprimidas sin que mediasen órdenes específicas como fue el
caso de la Ley de Libertad de Vientres y el Reglamento de Libre Comercio. En
otros aspectos se dictaron decretos específicos como ocurrió con la supresión
del Instituto Nacional, la Biblioteca y las escuelas sostenidas por los
conventos. Se restablecieron, en cambio, la Real Audiencia y la Universidad de
San Felipe.
En materia
eclesiástica se restituyó al obispo realista José Santiago Rodríguez Zorrilla,
el pago de los derechos parroquiales y la orden de continuar enviando dinero a
Lima para el funcionamiento de la Inquisición.
Gobierno de
Casimiro Marcó del Pont (1815-1817)
En diciembre
de 1815 llegó a Chile este nuevo gobernador, que en el ejercicio de su
autoridad extremó más el rigor, provocando problemas con todos los niveles de
la población chilena hasta provocar la insubordinación y la aparición de
montoneras.
Se creó un Tribunal
de Vigilancia y Seguridad Pública para cumplir estas disposiciones y mantener
el orden. Las actuaciones de este Tribunal fueron odiosas y dieron lugar a
delaciones, espionaje y allanamientos; acciones que en su conjunto fueron
provocando un profundo malestar en la población.
Por otra
parte, agente enviados por los patriotas desde Mendoza incitaban a la
resistencia y alentaban la esperanza de una pronta liberación. Entre estos
hombres, destacó nítidamente Manuel Rodríguez, joven abogado que había actuado
como secretario de José Miguel Carrera y que ahora era el enlace principal
entre los patriotas de uno y otro lado de los Andes. Rodríguez, con su
habilidad para mezclarse con la gente, burló a las autoridades españolas. Se
extremaron las medidas policiales, mientras el odio contra los españoles se iba
extendiendo en los grupos modestos del pueblo. El descontento se propagó
también a las provincias y en ese ambiente los patriotas pudieron moverse con
mayor facilidad y de esta manera empezaron a aparecer montoneras, destinadas a
provocar el desconcierto entre los españoles antes de la llegada del Ejército
Libertador que se preparaba en Mendoza.
A comienzos
de 1817 ya las montoneras pudieron llevar a cabo dos golpes de gran audacia y
efecto. Dirigidas por Rodríguez, practicaron un asalto a Melipilla y unos días
más tarde a San Fernando, terminando sus acciones exitosamente.
Estas
acciones demostraban que el pueblo estaba contra la dominación española y que
esperaba sólo el momento propicio para alzarse en su contra. Además, las tropas
de Marcó del Pont debieron ser dispersadas en la región recorrida por
guerrilleros entre Santiago y Talca, y no pudieron hacer frente en su totalidad
al comienzo de la invasión del Ejército Libertador.
El Ejérciro
Libertador
Luego del
Desastre de Rancagua se produjo la emigración patriota hacia Mendoza. En ese
lugar era gobernador de Cuyo el coronel José de San Martín, quien había asumido
ese cargo en septiembre de 1814, pretextando mal estado de salud. En realidad,
se experiencia sobre la guerra en el Alto Perú le había hecho llegar a la
conclusión que por las condiciones naturales de la zona y el estado de las
fuerzas militares, ni el bando patriota ni el realista, podían conseguir en esa
región un triunfo definitivo; por lo tanto, lo mejor era confeccionar un nuevo
plan que permitiera consolidar la emancipación de América del sur.
Con ese fin,
San Martín elaboró un plan que contenía los siguientes puntos:
1) Mantener
en el Alto Perú una guerra defensiva.
2) Organizar
en Mendoza un ejército pequeño y disciplinado.
3) Invadir
Chile y derrotar a los realistas en este país.
4) Apoyar en
Chile un gobierno sólido y amigo.
5) Aliarse
con este gobierno en la preparación de una expedición libertadora que invadiera
Perú por mar y derrotara luego al grupo de las tropas realistas.
San Martín
estaba convencido de que mientras no se consolidara la independencia del Perú y
se expulsara a los españoles de ese lugar nunca estaría segura la emancipación
chilena y Argentina.
Por otro
lado, los emigrados chilenos en Mendoza continuaron divididos entre
o’higginistas y carrerinos. O´Higgins y sus partidarios lograron ganar la
confianza del gobierno de Cuyo; en cambio, Carrera debió abandonar ese lugar y
dirigirse a Buenos Aires. A partir de ese momento O’Higgins y los militares que
le seguían cooperaron estrechamente con San Martín para preparar un ejército
que librase a Chile.
Con diversos
procedimientos, San Martín y O’Higgins lograron formar el Ejército de los
Andes, una fuerza bien organizada de aproximadamente 3.600 hombres, entre
chilenos y argentinos.
En enero de
1817 el ejército salió de Mendoza, formando tres divisiones, las cuales eran
mandadas respectivamente por O’Higgins, Soler y Las Heras. El ejército debía
entrar a Chile por diversos puntos entre el valle de Copiapó y Curicó para
desorientar a las autoridades realistas y levantar a la población de esa
comarca.


No hay comentarios:
Publicar un comentario